Por
Amy Goodman
El
peso de la historia se está sintiendo en Estados Unidos, donde masivas
manifestaciones de protesta están haciéndole frente al duradero impacto del
racismo sistémico. Millones de personas han tomado las calles a raíz de los
asesinatos a manos de la policía de los afroestadounidenses George Floyd en
Minneapolis, Breonna Taylor en Louisville, Kentucky, Tony McDade en
Tallahassee, Florida, Rayshard Brooks en Atlanta, y por el asesinato de Ahmed
Arbery en Brunswick, Georgia cometido por un oficial de policía retirado y su
hijo. Mientras tanto, Donald Trump se prepara para relanzar su campaña
presidencial, con uno de sus clásicos actos políticos demagógicos, el primero
desde que comenzó la pandemia. El evento se desarrollará en un estadio cerrado
en Tulsa, Oklahoma, justo cuando ese estado republicano sufre su peor semana de
contagios de Covid-19. Trump se niega a usar tapabocas en público y, aunque la
campaña de Trump tampoco va a exigir que quienes asistan al estadio utilicen
mascarillas, sí requerirá que firmen un documento que exime a la campaña de
responsabilidad en caso de que contraigan la Covid-19.
El
hecho de que Trump eligiera a la ciudad de Tulsa para relanzar su campaña ha
desatado el enojo de muchas personas. La pandemia de Covid-19 tiene un impacto
desproporcionado sobre la población afroestadounidense. Si este acto político,
como se espera, llega a causar un nuevo aumento en los casos locales de coronavirus,
la comunidad negra será potencialmente la más afectada. Además, este mes se
cumple el 99º aniversario de una de las peores masacres contra
afroestadounidenses de la historia de Estados Unidos. En junio de 1921, una
horda blanca quemó el próspero barrio afroestadounidense Greenwood, en Tulsa,
conocido como el Wall Street Negro, causándole la muerte al menos a 300
residentes.
Trump
también programó su acto para el 19 de junio, conocido como Juneteenth, un día
de conmemoración y celebración de la comunidad afroestadounidense. Juneteenth
es el aniversario del día en que los esclavos y esclavas de Galveston, Texas,
se enteraron finalmente, luego de terminada la Guerra Civil, de su
emancipación. Ese día, en 1865, el mayor general del Ejército de la Unión Gordon
Granger llegó a Galveston y leyó públicamente la Orden General Número 3, que
decía: “Se informa al pueblo de Texas que (…) todos los esclavos son libres”.
Rápidamente se corrió la voz de la noticia y se produjeron celebraciones
espontáneas. Habían pasado más de dos años y medio desde que el presidente
Lincoln había emitido la Proclamación de Emancipación. Juneteenth es
considerado como el día del fin de la esclavitud en Estados Unidos.
En
una entrevista de audio de 1941 grabada por la Biblioteca del Congreso, Laura
Smalley, nacida esclava en Texas, contó que se enteró de su libertad cuando era
niña. El dueño de la plantación que la había esclavizado, el señor Bethany,
había regresado de la guerra, pero no les dijo a los esclavos que la
Confederación había perdido la guerra y que eran libres. “El viejo amo no les
dijo que eran libres… No, no lo dijo. Ellos trabajaron allí unos seis meses
después de eso. Seis meses. Y los liberaron el 19 de junio. Por eso, ya saben,
celebramos ese día”.
La
apropiación de Trump del día de Juneteenth para su evento provocó gran
indignación. La senadora demócrata de California Kamala Harris tuiteó: “Esto no
es tan solo un guiño a los supremacistas blancos: les está dando una fiesta de
bienvenida a casa”. Ante el temor de ser recibido con protestas masivas en
Tulsa, Trump cedió y cambió la fecha al 20 de junio. Hannibal Johnson, abogado
y escritor de Tulsa, quien escribió la historia definitiva de la masacre de
Tulsa en 1921, opinó sobre el mitin de Trump en una entrevista para Democracy
Now!: “Aquí, en Tulsa, estamos trabajando duro en la reconciliación, en que
nuestra comunidad esté más unida mientras nos acercamos al centenario de la
masacre racista de Tulsa, que ocurrió en 1921. El mitin [de Trump] tiene el
potencial de entorpecer el camino hacia la reconciliación”.
También
en una entrevista para Democracy Now!, la activista, académica y escritora
Angela Davis, ícono de la liberación negra, agregó: “[Trump] representa a un
sector de la población de este país que quiere regresar al pasado —‘Hacer a
Estados Unidos grande otra vez’— con toda su supremacía blanca, con toda su
misoginia. En este momento nos estamos dando cuenta de que no podemos dejar que
esas fuerzas nos hagan retroceder”.
Mientras
Trump enciende la llama del racismo y alienta la violencia policial, existen
fuertes movimientos populares que contrarrestan sus acciones. El Movimiento por
las Vidas Negras ha organizado un fin de semana de acciones a nivel nacional,
entre ellas protestas frente a la Casa Blanca el 19 de junio.
La
Asamblea Popular de los Pobres y la Marcha Moral sobre Washington también se
llevarán a cabo el 20 de junio. A diferencia del evento de Trump, que convoca
personas en un lugar cerrado, sin posibilidad de distanciamiento social y sin
exigencia de usar tapabocas, el principal referente de la Marcha Moral, el
reverendoWilliam Barber, alienta la organización segura: “Quédense en casa,
sigan vivos y organícense. Vamos a ponerle una cara y una voz a la pobreza para
presentar las demandas de las personas afectadas, los expertos y los líderes
religiosos. Contamos con 16 agrupaciones, unidas a un centenar de
organizaciones, pero lo que es más importante, 45 comités de coordinación a
nivel estatal conformados por personas pobres y de bajos recursos”.
Los
movimientos de masas están unificando sus luchas, no solo en rechazo del odio y
la desigualdad, sino para exigir la equidad a través de cambios fundamentales
en nuestras estructuras económicas y sociales. No importa todo lo que haga
Trump por desacreditar a estos activistas, con sus intentos de presentarlos
como delincuentes y terroristas; son las personas que salen a las calles las
que representan con orgullo las tradiciones de protesta y disidencia y
constituyen la mejor representación de lo que este país puede ser.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario