Por David Brooks
Donald
Trump se fue a esconder detrás de su muro después de una semana políticamente
desastrosa para él, de nuevo puso en riesgo a miles al convocar otro mitin
de campaña para su reelección justo donde brotes de contagio de la Covid-19
están marcando récord, sembró dudas sobre la legitimidad de los comicios de
noviembre y elogió a su homólogo en México, a quien espera ver pronto en
Washington.
Trump
viajó a Arizona, donde se reportan incrementos récord de 20 por ciento en
nuevos casos de Covid-19 –la tasa más alta del país– para realizar su segundo
mitin masivo –esta vez con estudiantes en Phoenix– después de una interrupción
de tres meses en ese tipo de actos por la pandemia.
Pasó
por alto las advertencias de la alcaldesa de Phoenix, Kate Gallego, sobre el
riesgo a la salud pública de tal acto, mientras su contrincante demócrata, Joe
Biden, declaró que la decisión de realizarlo fue irresponsable.
Semana
marcada por las derrotas
Pero Trump
tenía prisa en buscar cómo dejar atrás una semana marcada por derrotas –su
fracaso en la Suprema Corte para cancelar la protección a dreamers, frenar
la publicación del libro de su ex asesor John Bolton y ser colocado a la
defensiva ante la masiva ola de protesta por la violencia del racismo
institucional–, la cual culminó con el desastre público de su mitin electoral
en Tulsa, Oklahoma, el sábado pasado, adonde Trump llegó a una arena que sólo
mostró ocupado un tercio de su capacidad de 19 mil personas. La imagen que
circula por el mundo fue de miles de asientos vacíos y una estampa de un Trump
derrotado regresando a la Casa Blanca.
Ante
todo ello, volvió a su muro fronterizo, retomando uno de los temas claves con
el que lanzó su primera campaña: cerrar la frontera a
las amenazas que provienen del sur. Cerca de Yuma se fotografió
junto a un tramo de su muro, el cual firmó, supuestamente marcando la milla 200
de las 450 (más de 700 kilómetros) que prometió este año y para lo que se ha
otorgado contratos por más de 6 mil millones de dólares. En realidad sólo
ha construido no más de 15 (y tal vez como tres) millas de barreras nuevas, los
otros tramos son renovaciones de barreras anteriores.
Declaró
que su muro había frenado no sólo la migración ilegal, sino hasta el
coronavirus, aparentemente acusando que la pandemia llegó desde el otro
lado. Detuvo al Covid, detuvo todo, declaró, reportó, según un despacho de
Ap.
Durante
esa gira que incluyó una reunión con la Patrulla Fronteriza, el presidente
Trump comentó, al hablar de la cooperación para frenar el flujo
migratorio: quiero agradecer al presidente de México, es un buen tipo.
Creo que va a venir muy pronto a Washington, a la Casa Blanca.
Y
el día culminó con un acto llamado Estudiantes por Trump en una megaiglesia en
Phoenix, donde ofreció otro discurso ante un mar de cientos de jóvenes blancos
con gorras rojas de su campaña sin mascarillas y sin guardar la sana distancia.
Al
igual que en Tulsa, Trump evitó referencias al asesinato de George Floyd en Minneapolis
a manos de un policía blanco y al movimiento de protesta que detonó por todo el
país.
Alabó
a los jóvenes patriotas que rehúsan arrodillarse a la izquierda
radical y que son los guerreros contra aquellos, en aparente
referencia a los manifestantes, que odian nuestra historia, odian nuestros
valores y odian todo lo que premiamos como estadunidenses.
Su
discurso estaba repleto de todos los elementos ya conocidos, el autoelogio por
su respuesta sin precedente al coronavirus con el cual salvamos
a decenas de miles de vidas (sigue siendo el país con más casos y muertes
en el mundo), y acusó a la izquierda demócrata que sólo obedece a
la ideología de intentar entorpecer todo ese esfuerzo.
Acusó
a los medios, a las fake news de distorsionar todos sus éxitos y a
la izquierda radical demócrata de poner en riesgo a todo el
país. Defendió a la policía y acusó que sus opositores “son motivados por
el odio, nosotros por el amor… el amor a nuestra nación” y hasta se atrevió a
citar al reverendo Martin Luther King.
Antes
de partir a Arizona –un estado antes republicano que ahora está en competencia
en el mapa electoral– Trump continuó nutriendo a sus bases más leales. Por un
lado prometió una orden ejecutiva para penalizar con condenas de 10 años a
manifestantes que se atrevan a dañar o derribar monumentos históricos
federales. No van a tumbar nuestros monumentos, afirmó a medios en la Casa
Blanca y amenazó con el uso de fuerza contra estos vándalos, rufianes y
estos anarquistas y agitadores.
A
la vez, amplió su congelamiento de visas para algunas categorías de
trabajadores inmigrantes con el pretexto de la pandemia.
El
lunes decidió intensificar su retórica y se atrevió a acusar a su antecesor,
Barack Obama, de traición, sin dar detalles.
Ante
las encuestas que muestran ventaja de Biden en varios estados claves, así como
a escala nacional, y un desplome en la aprobación de su presidencia, se
continúa generando preocupación por las maniobras de Trump y sus estrategas de
sembrar dudas sobre la legitimidad de una elección para la que aún no se ha
emitido un solo voto.
Con
cada vez más estados donde se contempla emplear y ampliar el uso del voto
por correo en el contexto de las condiciones de salud pública que se
supone persistirán en noviembre, Trump y sus voceros han advertido que eso
es un complot demócrata para promover fraude, sin ninguna evidencia.
Este
será el desastre electoral de nuestros tiempos. Las boletas por correo llevarán
a una elección fraudulenta, tuiteó el lunes. Agregó que “millones de boletas
para enviar por correo serán impresas en países extranjeros… Será el escándalo
de nuestros tiempos”. En su discurso en Arizona este martes, reiteró el punto:
“Será fraude por todas partes… Será la elección más corrupta de nuestra
historia”.
Parte
de la estrategia republicana es suprimir el voto de bases demócratas a través
de diversas maniobras incluyendo el obstaculizar el ejercicio del voto al
imponer nuevos requisitos, algo que hoy repitió el presidente.
Pero
el manejo inepto de la pandemia y sus consecuencias de salud por todo el país,
la recesión económica comparable en algunos rubros con la Gran Depresión y las
protestas apoyadas por una abrumadora mayoría contra la violencia oficial
racista que por ahora están poniendo en jaque el futuro político de Trump
–según las encuestas– no pueden ser ocultadas detrás de un muro.
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