El
SARS-Cov-2, implacable destructor de vidas y haciendas
Empresarios
y Gobierno deberán de dejar el odio a un lado
Por Francisco Gómez Maza
Los
porcentajes no dejan duda de que todo está colapsado con datos hasta el pasado
abril:
(-)25.1,
la producción industrial en general: (-)30.5, las manufacturas; (-)32.8, la
industria de la construcción; en el sector del turismo, (-)90.8 el tráfico de
pasajeros nacionales; (-)97.7, el de pasajeros extranjeros. La ocupación
hotelera sólo fue de 3% y hasta las ventas de los supermercados, que no han
cerrado durante la pandemia, sufrieron una contracción de 19%.
Todo
se derrumbó… como canta Emmanuel.
La
economía, la mediana, la pequeña, la micro, en la lona. Sólo las inmensamente
grandes, con sus asegunes, están en posibilidades de recuperarse menos
lentamente, como la automotriz o la minería, que son de billete grande y
generalmente se autofinancian.
Muchas
empresas pequeñas y micro, miles quizá, caput.
Y
dejaron en la calle a miles de trabajadores, si no es que a millones. Esto se
sabrá cuando se haga el balance, el inventario de la tragedia impulsada por la
irresponsabilidad, por la codicia, por la avaricia, contagiadas por el
SARS-Cov-2, la pandemia que ha dejado, hasta ahora, por lo menos unos 20 mil
humanos muertos, si nos atenemos al modelo Centinela.
La
ventaja de la economía sobre la muerte de los humanos. Es que, mientras los
muertos no pueden ya levantarse y seguir viviendo, la economía, casi
desfalleciente, en el suelo, en la lona, con una curva de Gini hacia el
despeñadero, sí puede levantarse y es mejor que lo haga más temprano que tarde,
para lo cual los empresarios y el gobierno de López Obrador tendrán que dejar
de pelearse porque están en la más preocupante UCI, y sin respiradores.
El
amigo Carlos Chávez de Icaza, veterano amigo, divulgó este martes 16 de junio
el tradicional documento de las expectativas del Instituto Mexicano de
Ejecutivos de Finanzas que no deja lugar a ninguna duda de que muchas empresas
han dejado en la calle y sin calzones a cientos de miles de trabajadores, que
no encuentran sosiego con la cartera vacía y con la ineludible obligación de
sobrevivir y alimentar a esposa e hijos, muchos muriendo de inanición. Así de
grave es la situación atizada por el coronavirus.
Lo
de menos, en estos momentos, es lo que calculan que ocurrirá al final de año y
lo que se espera para 2021. Lo importante es ver cómo se enfrenta la desgracia
nacional actual, a junio, a julio, a los meses que vienen, porque si no ocurre
nada positivo, tendremos las calles de las ciudades y pueblos abarrotados de
gente que se rebelará ante las medias de protección planeadas por las
autoridades sanitarias.
Vendrán
las avalanchas de seres humanos en busca de alimentos y, no exagero, podría
haber una terrible mortandad por hambrunas, que lo que mató el coronavirus, lo
matará la falta de alimentos.
Y
es que la recesión, que podría ser de 8.5 por ciento por debajo de la línea de
flotación impactó severamente el empleo y ha dejado a, no es exagerado,
millones de personas sin nada. Sin nada. ¿Vio usted cómo, el lunes pasado (15
de junio), cuando empezó a relajarse el confinamiento, cómo corrieron ríos
humanos a buscar qué; pues algo de dinero para comer.
Bien
lo aseguran los asesores del IMEF. La contracción económica ha tenido un severo
impacto sobre el empleo.
Y
se acuerdo con el IMSS, de marzo a mayo se perdieron poco más de un millón de
puestos de trabajo formales, lo que representa el 5% de los trabajadores
registrados ante el Instituto en febrero, justo antes del inicio de la
pandemia. Es la mayor pérdida de empleo formal desde que comenzaron sus
registros en 1997.
El
IMEF estima que, al cierre del año 2020, se habrán perdido un millón de empleos
formales, cifra refleja la mediana en la encuesta de expectativas del propio
instituto de ejecutivos, dentro de un rango en dicha encuesta de entre 250 mil
y 1.92 millones de empleos perdidos.
La
estimación del IMEF considera las pérdidas ya registradas de marzo a mayo, así
como el impacto de la reanudación de actividades durante los próximos meses.
Esta cifra abarca solo una parte del empleo total en el país, que es el empleo
formal registrado ante el IMSS, el cual representa aproximadamente una tercera
parte del empleo total en México.
La
población económicamente activa (PEA), al cierre de marzo, era de 57.4 millones
de personas. La PEA incluye tanto a la población económicamente ocupada como a
la no ocupada, pero que busca activamente un trabajo.
El
INEGI dio a conocer los principales resultados de la Encuesta Telefónica de
Ocupación y Empleo (ETOE) de abril 2020. A partir de los resultados de dicha
encuesta, la PEA pasó de los 57.4 millones mencionados en marzo a 45.4 millones
de personas en abril. Esto representa una variación a la baja de 12 millones de
personas en un mes.
O
sea que, en realidad, estos 12 millones están sin trabajo. El INEGI considera
desempleada a una persona, si la semana previa a la encuesta no tenía ocupación
(no haber trabajado ni una hora en la semana), mientras que buscó activamente
un empleo y estaba dispuesto a aceptarlo.
En
el caso de los 12 millones de personas que identificó el INEGI, fueron
clasificadas como PNEA, o población económicamente inactiva. La PNEA comprende
a los no ocupados, que no han realizado ninguna acción explícita para encontrar
trabajo. El resultado podría explicarse debido principalmente al confinamiento
o porque la mayoría de los establecimientos estaban cerrados.
De
esta forma, en los próximos meses y conforme las actividades comiencen a
recuperarse, podremos ver la magnitud real de la pérdida de empleos causada por
la contracción económica.
Grandes
esfuerzos tendrán que hacer los mexicanos. Los empresarios y el gobierno
tendrán que hacer a un lado sus pleitos y conjuntarse para darle respiración
plena a la economía y el empleo, porque una economía que no sólo no crea
empleos sino que los expulsa, seguirá siendo una economía colapsada, fallida.
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