domingo, 21 de junio de 2020

NUESTRA ELECCIÓN: Trump fue con su politiquería a Tulsa, escenario de la peor masacre de afroamericanos en la historia reciente de EE. UU





Por: Natalia Plazas

En 1921 Tulsa, la ciudad que Donald Trump escogió para reanudar su campaña a la Presidencia, fue escenario de una de las más atroces masacres de la historia de Estados Unidos contra la comunidad negra. A casi cien años de lo ocurrido, los hechos siguen siendo prácticamente desconocidos para la sociedad.
Donald Trump puso el dedo en la llaga cuando decidió retomar su campaña para la reelección en Tulsa, Oklahoma. Allí lo esperan decenas de miles de sus simpatizantes, pero también un creciente llamado a la memoria y a la Justicia por parte de grupos de activistas que recuerdan que esa ciudad no ha cerrado las heridas de la peor masacre de la historia reciente del país contra la comunidad afroamericana.
En la noche del 31 de mayo al 1 de junio de 1921 un barrio entero quedó arrasado y 300 ciudadanos negros fueron asesinados. La matanza se inició cuando una multitud blanca acudió a linchar a un hombre negro acusado de haber agredido sexualmente a una mujer blanca. Ese, supuestamente, fue el detonante de la tragedia, pero la historia ha revelado una situación mucho más perversa.


En la década de los años veinte, el barrio de Greenwood, un enclave negro de la ciudad de Tulsa, destacaba por su bonanza económica. La repartición de tierras tras el fin de la guerra civil estadounidense había beneficiado a algunas comunidades afroamericanas e indígenas y gracias a ello Greenwood se había fortalecido, a pesar de estar segregado, como cualquier barrio negro de la época.
Tal era el éxito comercial y económico que se fraguaba en Greenwood, que se le llamaba comúnmente el 'Wall Street Negro', pero pronto su buena fortuna le traería la ruina. Miembros de la comunidad blanca comenzaron a ver con recelo la bonanza de sus vecinos e, interesados en ocupar en ocupar sus tierras durante la expansión ferroviaria, decidieron atacar el barrio.
La noche del 31 de mayo una multitud de hombres blancos, apoyados por las autoridades locales e incluso por policías, llegó a Greenwood y cargó contra la población afroamericana y sus viviendas. La turba incendió casas y negocios a tal punto que cuando la situación se calmó horas después, al menos 35 manzanas completas habían quedado en escombros.
El golpe arrebató para siempre la buena fortuna del barrio. Tras el suceso, la recuperación de Greenwood se ha visto frustrada por la creación de leyes que promueven la zonificación o por restricciones de construcción. En la actualidad en Tulsa la brecha social entre negros y blancos es notoria. Según un informe de Human Rights Watch, la pobreza es casi tres veces más alta entre ciudadanos negros que entre blancos.
Con la visita de Trump, que originalmente había sido programada en coincidencia con la celebración del Día de la Independencia Negra el 19 de junio y que fue pospuesta en medio de las protestas nacionales contra el racismo, el llamado al reconocimiento histórico de las víctimas y a la reparación económica de sus descendientes se ha intensificado más que nunca.


A menos de un año de que se cumpla el primer centenario de lo ocurrido en Tulsa, aún no se ha establecido justicia, a pesar de que el caso se ha presentado incluso ante la Corte Suprema de EE. UU., pero tanto instancias menores como el alto tribunal desestimaron las denuncias. Actualmente, solamente quedan vivos dos sobrevivientes de la matanza.
Pero la llegada de Trump no solamente ha puesto los focos sobre un capítulo de la historia estadounidense sumido en el olvido. Su intento desesperado de reactivar en Oklahoma una imagen deteriorada en los últimos meses por el impacto económico de la pandemia, ha evidenciado las diferencias entre sus simpatizantes y aquellos que exigen cambios en el trato a la comunidad afroamericana.
"Cualquier manifestante, anarquista, agitador, saqueador o de poca monta que vaya a Oklahoma, por favor, comprenda que no será tratado como lo ha sido en Nueva York, Seattle o Minneapolis. ¡Será una escena muy diferente!”, dijo el mandatario antes de embarcarse hacia Tulsa.
El comentario, que sus críticos tildan de conflictivo y divisorio, llega en un momento en que el rechazo a la violencia racial en Estados Unidos muestra su mayor descontento en décadas, con semanas de masivas manifestaciones en múltiples ciudades del país que han llegado también hasta las puertas de la Casa Blanca.


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